martes, 17 de enero de 2012

APOLO Y DAFNE

Apolo, pese a  ser el dios de la balleza, no tuvo mucha suerte en el amor. No solo lo rechazó Casandra, después de que el dios le había dado el don de la profecía, sino otras muchas mujeres tanto mortales como inmortales.
Tampoco con los muchachos tuvo mejor fortuna. Estos fracasos quizá se debieron, a que Apolo se había burlado un día del amor y de sus artes. Apolo, enorgullecido por haber dado muerte a la serpiente pitón con sus flechas se atrevió a reirse de Eros, el hijo de Afrodita:
-Mirad a este muchachito-decía el dios-, que ufano va con su arco y sus flechas, como si las hazañas que consigue con ellas se pudieran igualar a las mías. Anda, ve a entretener con tus juegos por ahí, presuntuoso, y no oses compararte conmigo.
Eros, molesto por aquella actitud tan soberbia, para la que no había dado motivos, decidió vengarse y preparó sus tiros. Escogió dos flechas: una del amor y otra del desdén. La del amor se la clavó a Apolo y la segunda del desamor a Dafne.
Dafne, era una ninfa del agua, tan atractiva,dulce, delicada e inteligente. Ella había escogido seguir los pasos de Artemisa, la diosa de la Naturaleza, y dedicarse a la caza y a la vida en los bosques sin tener ninguna relación con los hombres.
Apolo, sintió como de repente surgía dentro de él un amor devastador por aquella hermosa muchacha, y comenzó a perseguirla día y noche, buscándola sin descanso.
Dafne se sentía hastiada de aquella persecución insolente, y lo rechazaba. En vano Apolo dolido y sufriente, pero enamorado sin remedio, continuaba solicitando su amor. Apolo quiso tomarla por la fuerza: la ninfa comenzó a correr huyendo de él, que le seguí diciendole palabras de amor. Dafne, imploró ayuda a Artemisa su diosa protectora:
-¡Diosa de la libertad y la Naturaleza, ayúdame! ¡ Haz que Apolo nunca pueda satisfacer conmigo su deseo!
Artemis conmovida ante este ruego, quiso que Dafne entrase a formar parte de los bosques: justo en el momento que Apolo llegaba a alcanzarla, los dedos de la ninfa y sus cabellos empezaron a convertirse en alargadas hojas, sus brazos en ramas, su tronco en corteza, sus pies en raíces... Y Dafne quedó convertida en un árbol: el laurel.
Apolo, desconsolado, sollozaba abrazado a su tronco, mientras sentía que las ramas le rozaban la cabeza, como acariciándole.Después de todo sigió el dios subyugado por aquél árbol: a partir de entonces, Apolo coronó su cabeza con hojas de laurel, que pasaron así a ser el ornamento de los poetas, de los músicos y de todas las victorias.
A lo largo de los tiempos, las coronas de laurel han cubierto las cabezas de los héroes y de los campeones. Y, del mismo modo en que los cabellos del inmortal Apolo no encanecen nunca, tampoco las hojas del laurel se secan, y mantienen permanentemente su verdor.

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